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    El árbol, la lealtad, el amor y el ego

    Por: Luis Estrella 

    En mi lectura cotidiana he tenido la oportunidad de leer un relato de Shel Silverstein, titulado, El árbol generoso, el cual encierra un mensaje muy conmovedor acerca del amor, el ego y la lealtad.
    El relato trata de un árbol majestuoso y venerable, con ramas que se alzaban hacia el cielo.  Cuando florecía, llegaban mariposas de todos los colores, formas y tamaños. Cuando daba frutos, llegaban aves de tierras lejanas, las ramas eran como brazos extendidos a los vientos.

    Un niño iba todos los días a jugar debajo del árbol  y el árbol se enamoró de él, por lo que aún el árbol teniendo las ramas altas, las doblaba para que el niño pudiera coger los frutos. El niño creció y a veces dormía en el regazo del árbol,  comía sus frutos y a veces se ponía una guirnalda hecha con las flores y actuaba como un rey.
    El niño siguió creciendo y empezó a encaramarse al árbol para columpiarse en sus ramas, lo cual hacía sentir muy feliz al árbol. Con el paso del tiempo al chico empezó a alejarse del árbol por sus nuevas responsabilidades y deberes. Se hizo muy ambicioso y en la medida que se hacía mayor, más se alejaba de su antiguo amigo.
    Un día que pasaba frente al árbol,  éste le gritó. ¡Escucha! y si voz resonó en el aire—.Estoy esperándote pero no vienes. Te espero todos los días.  El chico replicó,  que tienes para que acuda a tí,  que me puedes ofrecer,  lo que busco es dinero y no tienes. El árbol le respondió que no tenía dinero, porque en ellos lo que brotaban eran flores, crecían frutos, podían dar sombra protectora, danzaban a la brisa y cantaban canciones y además las aves inocentes saltan en sus ramas y gorgean.
    El chico reiteró que no había razón para ir con el árbol,  porque lo que necesitaba era dinero y él no tenía. El árbol en esa situación comprendió algo y le dijo al chico que tomara todos sus frutos, los vendiera e hiciera dinero. Este se ánimo de inmediato, se subió al árbol y tomó todos los frutos, incluyendo hasta los verdes. Se marchó y ni siquiera volteó para dar las gracias, aunque al árbol esto no le importó, ya se lo había agradecido cuando el chico aceptó su ofrenda de amor.
    Al cabo de muchos años, el chico ya adulto fue a ver al árbol.  El árbol al verlo le dijo que lo abrazara,  a lo que le contestó que se dejara de tonterías,  que esas eran cosas de niños. Entonces el hombre le dijo que quería una casa, que se podía dársela. Yo vivo sin casa—exclamó el árbol, pero que si deseaba cortara sus ramas y se las llevara, para que construyera su casa.
    El hombre llevó una hacha cortó todas las ramas , dejando al árbol como un tronco desnudo, pero el árbol  se sentía feliz, porque el amor siempre está dispuesto a compartir.  El hombre ni se molestó en mirar al árbol,  construyó la casa y pasaron los años, el tronco esperaba sin cesar, quería llamar al hombre, pero no tenía ni ramas, ni hojas que le dieran voz.
    Pasó mucho tiempo, y el hombre se hizo viejo. Un día pasó frente al árbol y se detuvo y el árbol le preguntó que más podía hacer por él.  El anciano le dijo que quería ir a tierras lejanas a ganar más dinero, por lo que necesitaba una barca para viajar. El árbol replicó contento,  corta mi tronco y haz una barca con él. Me alegraré mucho ser tu barca y ayudarte a viajar a tierras distantes para que ganes dinero.
    El hombre llevó una sierra, taló el tronco,  construyó una barca y se marchó. El árbol quedó reducido a un pequeño tocón. Esperaba el regreso de su amado, pero no le quedaba nada que ofrecer. Quizás el hombre no regresara jamás: EL EGO SOLO VA A DONDE HAY ALGO QUE GANAR.
    EL árbol esperó, quería tener tener noticias de su amor, para morir feliz, lo cual nunca pasó,  YA QUE EL EGO SOLO COMPRENDE EL LENGUAJE DE RECIBIR.

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